Hoy os traemos una nueva entrada. Se trata de mostraros una
de las dos mesas en las que hemos estado trabajando el pasado otoño.
Las mesas, quizá sea el tipo de mueble menos llamativo,
puesto que de no tratarse de alguna pieza con bastante historia o carácter suelen
pasar en ocasiones desapercibidas.
Yo, me enamoré de estas dos mesas a primera vista y he trabajado
en ellas, porque aunque no se traten de piezas con un elevado valor, ni todo lo
antiguas como a mí me hubieran gustado, estaban abocadas a un futuro bastante
triste.
La mesa cuando llegó al taller era así…
El proceso era bastante sencillo, aunque pesado de realizar,
ya que, tanto el sobre como el pie, estaban terminados en barniz de poliuretano
y solamente retirar este, es más duro que una condena.
En primera instancia, opté por retirarlo con lija, después de dos días desistí, comencé entonces a retirarlo con decapante y tuve que dejarlo después
de varios intentos, no había manera de hacerlo desaparecer, o lo poco que
quitaba en cada mano, era casi nulo…
Al final, cogí el toro por los cuernos, bueno, la lijadora
por su asa y dando y dando, por fin se empezó a ver resquicios de madera.
Lo peor ya estaba hecho…
Saltado este obstáculo ya luego era coser y cantar. El sobre
se terminó tiñendo la chapa con diferentes anilinas hasta llegar a un tono nogal
bastante aparente, barniz al agua, cera y pulido con esponja de guata.
En cuanto al pie, después de la imprimación, tres capas de
pintura en blanco roto, con su correspondiente lija entre mano y mano...
En mi opinión, el resultado fue más que satisfactorio, se
consiguió una mesa moderna y funcional válida para un comedor (es extensible),
o también para un recibidor, luciendo algún centro de flores.
Os dejo con las imágenes del resultado…
Como siempre, agradezco vuestra visita, así como los
comentarios y sugerencias. Un abrazo